Procedencia:
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Juan de Arguijo (1567–1623), importante mecenas, poeta y músico sevillano.
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Francisco de Herrera y Melgarejo (adquirido al anterior propietario en 1606).
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Por descendencia directa, Luis de Herrera, Marqués de la Granja, agregado al mayorazgo en 1742.
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Juan Antonio O’Neill y Castilla (1821–1877), VIII Marqués de la Granja. Palacio Monsalves, Sevilla.
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María Manuela O’Neill y Salamanca (1867–1955), casada con Gonzalo de Figueroa y Torres, I Duque de Torres y VII Vizconde de Irueste (1861–1921).
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Por descendencia directa a los actuales propietarios.
Obra vendida al Museo del Prado, Madrid.
Giovanni Bandini fue aprendiz de Baccio Bandinelli, escultor de los Medici y, entre ellos, del papa Clemente VII, además de gran rival de Miguel Ángel.
A la muerte de su maestro, continuó trabajando en el Duomo, realizando el relieve de la balaustrada del coro y estatuas, entre ellas la destacada Arquitectura. Fueron los veinte años pasados en ese taller los que le valieron el sobrenombre de G. dell’Opera.
Admirado por su trabajo, lo contrató el Gran Duque Cósimo I para realizar figuras en la tumba de Miguel Ángel en Santa Croce, llegando a ser estas unas de sus obras más destacadas.
Es durante esta época florentina cuando lleva a cabo obras también para el Palazzo Vecchio y Santa María Novella, entre otros.
Hacia 1582, aceptó la invitación de Francesco II de la Rovere para ir a Urbino; el duque lo prefirió por encima de Giambologna tras una disputa con este sobre la ejecución de un bronce. Es en este periodo donde Bandini alcanza su plenitud artística, destacando por una sencillez y simplificación de líneas, alejada completamente de las exageradas anatomías y rostros forzados de su maestro.
Obras suyas de este periodo —al cual pertenece la obra que presentamos— se encuentran en el Museo Bargello, en Villa di Poggio Imperiale, Villa Imperial de Pesaro, Palazzo Ducale de Venezia o el Oratorio de la Grotta de Urbino, donde se conserva su magnífica Piedad.
La mayoría de su obra se encuentra, por tanto, en los museos más importantes; si bien el Museo del Prado únicamente contaba hasta ahora con un pequeño y bello bronce de La caza de Meleagro (ver ficha adjunta). De hecho, llama la atención que el Museo del Prado no tenga ninguna obra renacentista en mármol de tamaño natural, por lo que, gracias a esta adquisición, ABM Arte colabora con gran orgullo al enriquecimiento de nuestro magnífico patrimonio.