Pedro de Mena San Pedro de Alcantara

Esta delicada obra de San Pedro de Alcántara exhibe los rasgos faciales hiperrealistas característicos de las mejores obras de Pedro de Mena. El modelo iconográfico creado por Mena fue altamente valorado y, en consecuencia, realizó varias versiones de él. En 1962, Emilio Orozco Díaz fue el primero en reconocer esta escultura como una obra de Mena.

Pedro de Alcántara, fraile franciscano cuyo nombre de nacimiento era Juan de Garabito y Vilela, fue beatificado en 1622, sesenta años después de su fallecimiento, y finalmente canonizado en 1669. Fue uno de los principales reformadores religiosos del siglo XVI, junto a Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Estos tres santos no solo fundaron nuevas órdenes religiosas, sino que también fueron objeto de una gran devoción pública, similar a la que se profesaba a San Felipe Neri, San Ignacio de Loyola y San Juan de Dios. Por este motivo, fueron muy solicitadas durante el periodo barroco las representaciones de estos grandes santos.

Su vida
Fray Pedro nació en Alcántara, en Cáceres, en 1499. A los 16 años ingresó en la orden franciscana, en la que permaneció durante 47 años, alternando entre una vida ermitaña y monástica. Falleció en 1562 a los 63 años. Perteneciente a una familia de noble linaje, estudió filosofía y derecho en la Universidad de Salamanca, pero su vocación religiosa lo llevó a profesar en el convento franciscano de Los Majarretes, cerca de Valencia de Alcántara. Debido a su profunda espiritualidad, dedicación absoluta a la oración y su necesidad de penitencia, terminó separándose de esta rama de la orden.

Por ello, en 1554 comenzó una vida como ermitaño y, tres años después, una nueva labor como reformador que le llevó a la fundación de conventos, como El Palancar en Cáceres. Tras rechazar el puesto de confesor del emperador Carlos V durante su retiro en Yuste, fundó un convento en lo que hoy es Arenas de San Pedro, donde murió en 1562.

En sus últimos años mantuvo una profunda amistad con Santa Teresa de Jesús, quien lo consideró referente para la reforma carmelitana. Por ello, Fray Pedro la visitó en varias ocasiones tanto en Ávila como en Toledo. La Santa nos menciona y describe en sus escritos al Santo, sirviendo éstos como iconografía para su representación.

Así describía Santa Teresa a San Pedro en el capítulo 27 de su Libro de la Vida:
«Él era ya muy anciano cuando lo conocí, y su delgadez era tan extrema que parecía estar hecho de raíces de árbol. A pesar de su santidad, era muy afable, aunque callado… Durante todos esos años nunca usó capa, sin importar el sol o la lluvia, ni ropas ni calzado, solo un hábito muy desgastado de tela de estopa sobre su piel y una capa del mismo material por encima.»
Así quedó establecida la iconografía del santo: hombre anciano y calvo, con hábito franciscano y una capa corta.

De esta manera lo representa Pedro de Mena en esta magnífica pieza, acompañado de pluma y libro representando la escritura de su Tratado de la Oración.

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